Xàtiva retirará un centenar de placas con el yugo y las flechas de las viviendas de protección oficial

El Ayuntamiento de Xàtiva se dispone ahora, después de desposeer a Francisco Franco del título de alcalde perpetuo y honorario de la ciudad, de borrar el último vestigio de la simbología de la dictadura de las calles.

El gobierno local ha dado luz verde a una propuesta del concejal de Memoria Histórica, Alfred Boluda, para iniciar la retirada de todas las placas de las viviendas de protección oficial promovidas por el Instituto Nacional de la Vivienda durante el régimen decoradas con el yugo y las flechas falangista.

Así pues, el Ayuntamiento setabense enviará requerimientos a las comunidades de propietarios de estos edificios para que eliminen las láminas, en aplicación de la Ley de Memoria Histórica. De esta forma, y con un presupuesto de apenas 300 euros, la capital de la Costera sigue los pasos de otros Ayuntamientos como el de Paterna, que a comienzos de año borró los símbolos falangistas de las fachadas.

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En Valenciá:

L’Ajuntament de Xàtiva es disposa ara, després de desposseir a Francisco Franco del títol d’alcalde perpetu i honorari de la ciutat, d’esborrar l’últim vestigi de la simbologia de la dictadura dels carrers.

El govern local ha donat llum verda a una proposta del regidor de Memòria Històrica, Alfred Boluda, per a iniciar la retirada de totes les plaques dels habitatges protegits promoguts per l’Institut Nacional de l’Habitatge durant el règim decorades amb el jou i les fletxes falangista.

Així doncs, l’Ajuntament setabense enviarà requeriments a les comunitats de propietaris d’aquests edificis perquè eliminen les làmines, en aplicació de la Llei de Memòria Històrica. D’aquesta forma, i amb un pressupost d’amb prou faenes 300 euros, la capital de la Costanera segueix els passos d’altres Ajuntaments com el de Paterna, que al començament d’any va esborrar els símbols falangistes de les façanes.

1 Comentario

  1. La izquierda no es un sistema racional de ideas, sino una masa informe de sentimientos, consignas y lugares comunes. Por ejemplo: el comunismo, el socialismo democrático o el nacionalismo han sido siempre enemigos tradicionales en Europa. En España, en 2017, no. ¿Por qué? Porque se unen y se identifican, no por las ideas -que no las hay-, sino por la apelación sentimental al pasado -siempre la guerra civil- y por una identidad siempre negativa -contra el fascismo, el heteropatriarcado, etc-. Esto sólo pasar en España, porque la izquierda tiene la ventaja de no haber pasado nunca del estadio panfletario; nunca ha habido aquí un Sorel, un Marx o un Gramsci, aunque andamos sobrados de Miguel Hernándezes y Joan Fusteres. En Europa, el comunismo y el fascismo fueron síntesis derivadas -marxista la primera y nacionalista la segunda- del revisionismo revolucionario de la socialdemocracia, en las primeras décadas del siglo XX. En Alemania, el nacionalsocialismo fue el subproducto nacionalista del socialismo prusiano y de la frustración social y nacional de los excombatientes germanos de la Primera Guerra Mundial. Todos estos «ismos» son revolucionarios y modernos, es decir, hijos de la Revolución francesa. Apelan al «volk», al pueblo, a una hiperlegimitidad de tipo mitológico, en la que es forzoso apropiarse de la realidad, al identificar la voluntad popular o nacional con ellos mismos.

    Pues bien, en este punto, he aquí que muchos ayuntamientos con gobierno de izquierdas -como el de Xátiva- han tenido la idea de crear concejalías de Memoria Histórica, aunque ambas cosas -memoria e Historia- son opuestas: la memoria es individual y subjetiva, mientras que la Historia es un saber aplicado, con exigencia de objetividad. Sin embargo, estas disquisiciones tan delicadas, no valen. Hemos llegado a un punto en que no tener concejalía de Memoria histórica es de fachas. Estas concejalías no se dedican a la labor que indica su denominación, como podría ser rescatar del olvido a los hijos del Municipio cuya existencia en la tierra sobresale por algún hecho o por algo que da buen nombre a su lugar natal; en Xátiva, podrían acordarse de Diego Ramírez de Arellano (uno de los descubridores menores de América, pero descubridor) o de Francisco Martín Claramunt, que fue algo más que un Alatriste setabense. Pero no, se trata de borrar el recuerdo de las atrocidades que realizó un bando y de destacar las que hizo el otro en una guerra que tuvo lugar hace casi un siglo. El pueblo, es decir, ellos, puede moldear la realidad, en este caso la realidad histórica. No importa que la Historia no sea como ellos cuentan, es decir, no importa que lo que ellos llaman «la República» no tuviera nada que ver con el régimen de este nombre que se instauró en 1931, sino con el Frente Popular. No importa que los «padres de la República» (Marañón, Ortega y Pérez de Ayala) no se identificaran con el Frente Popular. No importa que, al menos la mitad de los republicanos (radicales, blasquistas, Lliga, CEDA, PNV de Navarra y Álava), apoyaran el Alzamiento del 18 de Julio; no importa que el sector republicano del Ejército Popular, el sector socialista de Besteiro e incluso lo que quedaba de la CNT apoyara el golpe de Casado contra ese Frente Popular; no importa lo que después dijeran del comunismo y del Frente Popular políticos republicanos como Azaña, Besteiro, Madariaga, o incluso jefes milicianos como Valentín González «El Campesino» o Enrique Castro Delgado. La República es lo que dicen estos de la Memoria Histórica, y quien no esté de acuerdo -ya lo hemos dicho- es un facha y no se hable más.

    Uno de los dislates a los que se dedican estas concejalías de todo a cien es a eliminar las placas de las Viviendas de Protección Oficial construidas durante el Régimen de Franco, que son sustituidas por otras placas, insulsas, de significado ambiguo y absolutamente absurdas. De todos es sabido que la gran coartada de la izquierda es el franquismo. La operación es sencilla: se identifica a todo lo que no sea la izquierda con el franquismo («fascista es quien no sea de los nuestros», decía Dimitrov), y se hace del franquismo la síntesis de todo mal. Después de esto, lo único digno y legítimo -es un decir- que queda en España es la izquierda identificada con el Frente Popular. Y esto parece posible porque la derecha basura, ignorante y corrupta, no tiene ni medio guantazo dialéctico, porque no tiene principios.
    No obstante, la realidad es otra. El franquismo, aunque quiten todas las placas, fue el «inventor» de las viviendas de protección oficial; de la Seguridad Social; de los créditos hipotecarios -también de las Cajas de Ahorros que los daban-; del seguro de paro y enfermedad; del salario mínimo interprofesional; de las pensiones de jubilación y viudedad; de la indemnización por despido; de la Formación Profesional; de las Universidades Populares; de la red nacional de escuelas e institutos públicos; de la Sanidad pública universal; de la ONCE y otras iniciativas para integrar a las personas con minusvalías; de los comedores públicos… La lista sería inacabable. No solamente se trató de una lista de actuaciones, sino de un pensamiento social que buscaba la integración de todas las clases sociales (véase, por ejemplo, el plan urbanístico de Bidagor en Madrid o el Derecho del Trabajo del Régimen). Se trata de un pensamiento social, muy avanzado para su época y verdaderamente nacional e integrador, que puede criticarse en sus aplicaciones prácticas, pero es, se quiera o no, mucho más completo y sistemático -no se le puede llamar izquierdista, por tanto- que las toscas elaboraciones de esta izquierda de la Memoria Histórica, hecha sólo de «contra esto» y «abajo lo otro».

    Y no sólo esto. Al franquismo se le debe buena parte de la pervivencia del folklore español, que fue recogido por los Coros y Danzas de la Sección Femenina (la famosa Dançà del Velatori de la Llosa de Ranes, por ejemplo) y difundido en toda España-todos conocemos hoy «Desde Santurce a Bilbao» o el «Virolai»-. Tampoco se puede olvidar que los primeros premios literarios públicos a la literatura en valenciano -y otros- fueron creados en época de Franco. La Institución Alfonso el Magnánimo fue creada por Adolfo Rincón de Arellano en el año 1947, el mismo que readmitió a los funcionarios «republicanos» depurados y el mismo a los que los de la Memoria Histórica -supuestos abogados de la República- han quitado, después de su muerte, el título de Alcalde Honorífico de Valencia. La memoria puede borrarse. La Historia, no.

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